Empresas del rubro advierten una disminución en las obras privadas nuevas. Aseguran que la macroeconomía no da señales positivas para generar confianza. En el Colegio de Arquitectos hablan de «una tendencia a la baja». En la Uocra preocupan la inflación y la posibilidad de la pérdida de empleos.
por Ramiro Melucci
ramiromelucci@gmail.com
La época en que todo era color de rosa ya pasó. En el sector de la construcción, las obras privadas nuevas son cada vez menos y los obreros hacen lo imposible por mantener sus puestos laborales. Pese a la influencia del plan de viviendas Procrear, la inflación y los vaivenes de la macroeconomía no ayudan a generar confianza: sólo aportan incertidumbre.
Es verdad que, al recorrer las calles de Mar del Plata, las edificaciones parecen aflorar cada pocas cuadras. Pero es lo que en el sector llaman «la inercia» de la industria de la construcción. Quiere decir que las obras que se están terminando ahora son las que comenzaron hace un año y medio o dos. La incógnita es qué pasará una vez que concluyan.
«La realidad del sector no es ajena a la de otras actividades económicas del país. El problema es la macroeconomía. Si bien se ve actividad, se da en función de la inercia: la construcción no se detiene rápidamente», interpreta el presidente del Centro de Constructores y Anexos, Norberto Cánepa.
La tendencia, a su entender, es que a fin de año las estadísticas muestren un retroceso con respecto al año pasado. De lo que no hay dudas es de que la actividad es
«mucho menor» que hace un lustro.
«Hemos notado que hay un estancamiento en la obra nueva. Si bien hemos tenido algunos acercamientos de terceros interesados en hacer obra, han sido pedidos de cotización, pero el mercado está un poco retraído», analiza Marcelo Martínez, director de la constructora Imasa.
A la hora de marcar las dificultades, no da vueltas: «Estamos en un país con algunas reglas no muy claras. Lo que está pasando con los fondos buitre forma parte de los inconvenientes. Además, hay incertidumbre porque se están poniendo trabas a todo tipo de actividad, no sólo a la construcción».
«La falta de confianza que hay en todos hace a que se deteriore el sector de la construcción y, paralelamente, el inmobiliario», evalúa Cánepa, que además es vicepresidente de la empresa Consca.
Por ahora tampoco está aceitado el Cedin, instrumento financiero ideado por el Gobierno para facilitar la exteriorización de los capitales destinados, entre otros fines, a dinamizar el sector inmobiliario y la construcción. «No se le termina de encontrar la vuelta a esa operatoria para que realmente sea un elemento de cambio y la gente pueda pagar con cedines y las empresas, con esos mismos cedines, comprar materiales. Si bien se le quiere dar la cobertura legal correspondiente, todavía está en ciernes, y eso no favorece a la industria», advierte Martínez.
Para Cánepa, la inflación juega al mismo tiempo a favor y en contra de las empresas. «En contra, porque deteriora todos los precios. Este año vamos a terminar con una inflación del 40%. El índice que mejor refleja la actividad es el de la Cámara Argentina de la Construcción, que el año pasado marcó que la inflación estuvo cerca del 30%».
El costado positivo es el que lleva a los clientes a refugiar sus pesos en una inversión inmobiliaria para que no se deprecien. «La gente que tiene un excedente en pesos no tiene muchas alternativas. El que tiene poco ahorro posiblemente vaya al dólar, pero para el que tiene más posibilidades es más complejo meterse con un bono que inclinarse por la propiedad. El ladrillo sigue siendo una alternativa muy válida porque, si se elige bien el sector donde comprar, tiene un potencial de revalorización».
La merma de la actividad repercute en los arquitectos. «En general, en este último semestre vemos que hay una tendencia a la baja en la presentación de expedientes por proyectos, que son las obras a construir», cuenta la presidenta del colegio que los nuclea, Julia Romero. Esa disminución, agrega, se observa «en la obra nueva, la que genera trabajo, la que incide en una cadena de valor que repercute en distintos sectores de la industria de la construcción».
Entre los obreros predomina el escepticismo. «Es un momento difícil, pero estamos capeando el temporal. Soplan vientos fuertes y hay que poner todo el peso contra el viento para que esto no se caiga», grafica Jorge Trujillo, secretario general en Mar del Plata de la Uocra, el gremio que agrupa a los trabajadores de la construcción.
«La estamos llevando. No nos podemos quejar, pero no estamos como queremos estar. No se trabaja al ritmo que quisiéramos», admite. «El país el año pasado estaba un poco mejor: ahora el dólar está $ 13.30. El horizonte no lo vemos bueno, hay incertidumbre», agrega. Y completa con una de sus metáforas favoritas: «Los sueldos suben por la escalera y los precios por el ascensor».
En parte, la actividad se mantiene por la implementación del Procrear. Así lo infiere Trujillo, pero para Romero las obras están paradas por falta de terrenos y según Cánepa, generan «informalidad» en el sector» (ver El Procrear…).
La preventa, clave
Martínez coincide con Cánepa: «El ladrillo sigue siendo una inversión segura. Para la gente que tiene capacidad de ahorro en pesos, es una herramienta de ahorro, sin ninguna duda». Y para las empresas, la mejor manera de construir es con fondos de la preventa.
«Es clave para el éxito del negocio porque lo ideal es que el dinero esté en constante circulación. De nada sirve que una empresa tenga que clavar sus fondos durante un proceso de 24 meses y tenga que hacer un esfuerzo considerable para llevar adelante una obra. La posibilidad de la preventa agiliza y lubrica todo el proceso con plata genuina de los inversores», explica el director de Imasa.
El «pozo» al que aportan por anticipado los futuros propietarios mientras se está edificando su casa contribuye a sostener la actividad. «Y acá hay que marcar una diferencia con el sector inmobiliario, porque la propiedad ya terminada es muy difícil de vender», distingue Cánepa.
Los edificios que se construyen en la ciudad tienen un promedio de entre 1.000 y 1.500 metros cuadrados. Los desarrolladores van a lo seguro: saben que la costa y Güemes son zonas que no fallan.
«La zona de la costa, para todo lo que es inversión de turismo, de vivienda para público local o de Buenos Aires, es muy buscada», confirma Martínez. Los lotes escasean entre Juan B. Justo y Constitución, por eso los proyectos de la franja costera apuntan al norte y al sur de esas avenidas.
«Y cuando no es en la costa, la zona de Güemes sigue teniendo su atractivo. Allí hay una actividad que no parece Argentina. Pasás por las calles San Lorenzo, Roca, Sarmiento o Alsina y ves una zona en ebullición desde el punto de vista de las obras», describe.
Los emprendimientos apuntan al segmento medio-alto de la población. «Son los que lo pueden pagar ?agrega Martínez?. Porque hay planes de financiación privados, pero muy pocas líneas de crédito de los bancos, que no colaboran con la actividad ni con la gente de menores recursos, lamentablemente».
En Consca identifican a las obras para terceros como una alternativa para no perder terreno en el mercado. «Este año no nos fue mal con los sindicatos. Hemos hecho desde viviendas multifamiliares a villas deportivas y remodelaciones de hoteles», destaca Cánepa. Y apunta: «Esto también está vinculado con la inflación. Los sindicatos tienen un remanente y rápidamente lo tratan de volcar a obras que se traduzcan en beneficios para los socios porque, si no, pierden el dinero».
Fuente: diario la capital
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