Inversores, entre los inmuebles y las elecciones


Inversores, entre los inmuebles y las elecciones

23-06-11

Por Julián Guarino Subeditor de Finanzas

Hace unos días, en un congreso inmobiliario celebrado en la Universidad Austral, un economista que comenzaba una ponencia hizo un experimento desde el atril. Había en el lugar 250 desarrolladores inmobiliarios, constructores, brokers y especialistas del sector. El economista invitó entonces a que levantaran la mano quienes pensaban que Cristina ganaba en primera vuelta el próximo octubre, independientemente de si tenían o no intenciones de votar por ella. Aproximadamente 100 personas, el 50% de quienes habían asistido a ese evento, levantó la mano. Luego el economista invitó a que levantaran la mano quienes pensaban que Cristina podía ganar en segunda vuelta. Otro 50%, o tal vez un poco menos, hizo lo propio. Posteriormente, sólo unas 10 o 12 personas se identificaron con el pronóstico de una derrota del oficialismo en octubre.
El sector de la construcción parece portar una hipótesis: la continuidad. Si bien los primeros cuatro años de gobierno kirchnerista resultaron con gran rentabilidad, los últimos cuatro, parece, no estuvieron tan mal.
Sin embargo, si se toma en cuenta que parte del boom del mercado inmobiliario es producto de aciertos propios pero, sobre todo, de graves fallas de confianza en otros sectores igualmente relevantes de la economía local, entonces no parece que sea tan buena noticia el “piloto automático”.
El auge del sector habla por sí sólo: los precios han trepado 10% en dólares en lo que va del año y se registran valores que se ubican 50% por encima de los pagados en la convertibilidad. Por otro lado, el sector es destino de una infinidad de recursos excedentes de aquellos sectores de la sociedad que directa o indirectamente se ven beneficiados por el alto precio de las materias primas.
De todas formas quienes llevan adelante la hipótesis no comen vidrio: saben que el costo de la construcción ajustó un 23% interanual (mayo contra mayo), y que la falta de financiamiento para la clase media no lo hace sustentable.
La incertidumbre electoral –que viene jugando un papel relevante desde fines de 2009–, ya provocó una fractura entre los grandes y pequeños desarrolladores; mientras los “grandes” han demorado sus proyectos hasta nuevo aviso, los ahorristas particulares han devenido financistas inmobiliarios en la nada errónea idea de que, si eventualmente cambiaran las reglas de juego, al menos el costo podrá ser absorbido por la gran atomización que registran estos proyectos.
Y es precisamente aquí donde se define qué es buena noticia y qué no. Mientras el sector financiero le promete tasas al inversor del 10% anual en dólares (títulos públicos), el sector inmobiliario apenas arroja un 3% anual en dólares por alquiler.
Sin embargo, por falta de confianza, aversión al riesgo e incluso por una historia de confiscaciones e hiperinflaciones crónicas, ese 10% anual en dólares no recibe los millones de dólares de ahorro que sí lo hace el sector inmobiliario. Visto de otro modo: hay, en la Argentina, una legión de inversores dispuestos a “enterrar” dólares al 3% anual, que es similar que lo que paga un bono de EE.UU. o Alemania. Y existen menos jugadores que están dispuestos a invertir una mínima parte de ese capital en bonos o acciones argentinos, que le asegurarían el triple de tasa, también en dólares. El mismo registro se aplica para el depositante bancario, que deja su dinero en plazo fijo a 60 días. La buena noticia es que hay inversores dispuestos a financiar al 3% anual cualquier actividad que le de confianza. La mala, es que no parecen convencidos de invertirlos en otra cosa que no sea un 2 ambientes en Palermo Soho.

 

fuente el cronista comercial.om

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